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Gente noble sin renombre

Cuando comenzamos a trabajar enseñando el Castillo de San Sebastián en el verano de 1999, este hombre, y esa mujer, su madre, se hicieron asiduos a nuestros paseos. Él siempre escuchaba con atención y, al final, siempre nos hacía preguntas con mucha curiosidad y mayor respeto. Y ella, siempre paciente, esperaba retirada unos pasos hasta que su hijo se daba por satisfecho. Siguieron viniendo los siguientes veranos y durante muchos años coincidimos como público en numerosas conferencias históricas del Ateneo, el Casino, el Museo, Diputación… y en el baratillo, donde la conferencia te la daba él al preguntarle por algún catálogo, fascículo o revista histórica antigua de las que vendía para buscarse un dinerillo. Se notaba que le hacía ilusión vender cachitos de historia a quien supiera o quisiera apreciarla. Y algún cachito le compramos, claro.
En las rutas de Animarte siempre hablamos de personajes históricos de renombre, de los que escriben la historia y tienen estatuas, placas o calles que los recuerdan; pero seguro que la mayoría no serían un ejemplo tan grande de educación, paciencia, humildad, respeto, amor a Cádiz, curiosidad y fidelidad como lo fueron Antonio y su madre. Descansen en paz.